Tiempo de cambios

La embriaguez fue delirante, por todos lados los dueños del mundo y sus pandillas alucinaban con la posibilidad de traer a la tierra el paraíso celestial. Se vivía entre la locura de los papeles, que iban de unas manos a otras aumentando de valor desbocado, con enorme dosis creciente de optimismo, y la posibilidad de comprarse una mansión en la isla del paraíso fiscal en algún lugar del mundo. Todos creyeron en la fatua posibilidad de convertir los papeles en oro, y con ellos enlucir sus sueños esplendorosos. Dios y la virgen María fueron sustituidos por Ronald Reagan y Margaret Thatcher, el mundo había cambiado para gozo de las minorías privilegiadas que controlaban los gobiernos del planeta como si fuesen sus marionetas. Todas las riquezas del mundo habían sido puestas a sus pies y se traducían en fardos enormes de billetes verdes. Eran como los viejos sueños de los haraposos conquistadores que llegaron a América para llevarse todos los tesoros, sólo que ahora son papeles los que despiertan angurrias.
San Juan Bautista fue desterrado de la nueva fe y en su lugar entronaron a Francis Fukuyama, el anunciador del advenimiento de un nuevo mundo, eterno y rico. Por fin el capitalismo reinaría como Dios en el Cielo, el demonio socialista había sido vencido y sus restos sepultados lejos de todas las memorias de los que se embriagaban con la seducción de los discursos neoliberales. Y los pobres tendrían que inventar la forma de vivir sin trabajar ni comer ni vestirse y curarse y que no molestasen a los que habían sido elegidos por el imperialismo todopoderoso para reinar en esta Tierra enferma, con recursos devastados, y cada más enclenque por la incontrolada contaminación.
Con esta fantasía justificaron todos los crímenes horrendos que en el pasado cometieron los conquistadores, sátrapas y dictadores. Fueron redimidos; sus asesinatos y fechorías, olvidados. Los convirtieron en ejemplo, en paradigmas para ganarse un sitial de gloria en la historia que presidía la diosa de la fortuna inconmensurable. Tenían un discurso embriagante que lindaba con la quimera ilimitada y que justificaba, en nombre de la riqueza embriagadora, todos los delitos contra los derechos humanos, sociales y laborales. Y los aventureros o los dueños del capital golondrino recorrían el mundo saqueando riquezas, amenazando a gobiernos desconfiados del sudoeste asiático y alabando a los dictadores cómplices y genuflexos para que abrieran las puertas de par en par, sin leyes restrictivas; por el contrario, exigían que éstos sagrados capitales fuesen protegidos con leyes de estabilidad jurídica, con categoría constitucional. Así exprimieron a los países pobres de lo poco que tenían y dejaban tras de sí desastres económicos, pobreza, miseria. Organizaron numerosas mafias que se encargaban de rapiñar lo poco que restaba con tal de mantener contento a los pueblos oprimidos con discursos desvariados que hacían pasar como suyos la riqueza de las élites dominantes y las de los corruptos.
Ninguna embriaguez es eterna ni gratis, alguien tenía que quedarse con las fortunas creadas con miserables papeles, riqueza imaginaria, había llegado el momento de convertirlos en una fabulosa fortuna. Los ilusos de pronto descubrieron que sus papeles no tenían más que un valor miserable y que sus capitales reales fueron malgastados en esos valores irreales; esto los devolvió al desierto de la desesperanza, a la realidad. Tarde descubrieron la jugada maestra de los más poderosos, los fulleros del poder político, el mal era incurable. La resaca, en estos casos, tiene la horrible conmoción del desastre y se puede llegar fácilmente a la desesperación extrema. El sufrimiento es comprensible y nos conmueve hasta el extremo.
Y más aún cuando se conocen todas las trampas y artimañas utilizadas por los hijos de la fortuna que se amamantan del Estado, de aquellos que denigran contra la protección del Estado hacia los desprotegidos o del pueblo que tiene todo el derecho de recibirlo a cambio de sus impuestos que paga hasta por cada rollo de papel higiénico que compra; pero aplauden y festejan si es que son ellos los que se alimentan de la teta del Estado. 700,000 millones no es cualquier cosa. Están felices, se olvidaron de su famoso dogma de que el Estado no debe proteger a nadie. Esto sí que es un escandaloso robo no sólo a los ciudadanos norteamericanos sino que es la más grande estafa contra el mundo entero.
Se embolsaron 700,000 millones de dólares, una inmensa fortuna que fue a manos de las financieras, era el momento de la repartija entre los vendedores de "opio". Ahora empezaba otra borrachera. Esta sí que era real. Se encerraron en un hotel de lujo esplendoroso y en una noche, los de la AIG, se gastaron más de 400 mil dólares, el dinero no era de ellos, era del Estado que administra los impuestos del pueblo norteamericano; y al día siguiente se repartieron 90 mil millones de manera clandestina, sin darle cuenta a nadie, ni al gobierno que era responsable del reparto final del botín.
La gran mayoría pagará este robo con más desocupación (en USA, en este año, ya hay más de un millón de desocupados tan sólo por los efectos de esta crisis), creciente pobreza y la incontrolable miseria por la escasez de alimentos. Millones morirán por esta causa y a los gobiernos y a los países imperialistas poco les importa ni tiempo quieren distraer de su festejo. Ellos tienen otros dioses, otros "valores", sus gobiernos, sus bancos, sus corporaciones, sus periódicos falsarios, sus leyes y sus jueces. Nada de qué preocuparse. El mundo está en sus manos y también las llaves de la puerta que conduce al infierno.
La catástrofe no es para la oligarquía financiera e industrial. Es para los pobres del mundo que se incrementará de manera inhumana. Veamos lo que tenemos ahora para suponer cuáles serán las consecuencias cruciales de esta debacle del sistema capitalista, cuyo centro ha sido estremecido y el mundo es anoticiado de que no debe seguir siendo igual, que mucho hay que cambiar. Actualmente existen más de 980 millones de personas que viven en la miseria; 4,800 millones son pobres; más del 50% de la población mundial en capacidad de trabajar está subempleada; el 48% de la población del planeta no cuenta con los servicios de agua para su consumo; 125 millones de niños no tienen acceso a los servicios educativos; hay 878 millones de analfabetos; 15 millones de niños mueren cada año por causas previsibles; por el mismo periodo de tiempo, más de catorce millones de personas fallecen por efectos del cambio climático y por la afectación negativa del medio ambiente. Desde hoy estas cantidades no serán las mismas. El mundo de los pobres y los pueblos verán agravarse las condiciones de vida y trabajo.
Ahora los gobiernos imperialistas nos hablan de la propuesta para cambiar el mundo, esto es una nueva arquitectura financiera, otros de refundar el capitalismo, de cimentar la democracia, de mantener el libre mercado, de fortalecer el sistema financiero con mayores inyecciones de liquidez. Altisonantes Frases. Eso es lo único que ellos pretenden cambiar, la frase y el discurso para que en esencia nada cambie. Las grandes corporaciones industriales, mineras, comerciales o de servicios seguirán esquilmando a los más pobres, impondrán la dura ley de acero, restringirán la democracia hasta convertirla en una alegoría, en una fantasía como los bonos basura.
El ejemplo de su democracia, al igual que los bonos basura que les vendieron a sus propios compatriotas, es tan falso como el modelo de convivencia democrática que nos proponen. Veamos algo práctico, innegable como la existencia de la catedral Notre Dame o como la torre de Eiffel o la mismísima existencia de Wall Street, es que la gran mayoría de países en el mundo ha aprobado el cese del cerco económico contra Cuba. Hace no demasiados días esto se volvió a acordar o se ratificaron anteriores acuerdos. Esta vez la votación fue así, 185 países votaron a favor de Cuba, tres en contra (USA, Palau e Israel) y dos abstenciones, pero como hace 17 años, USA se niega al desbloqueo. Como siempre una absoluta minoría impone su capricho. A esto no se le puede llamar democracia. Es increíble que al final esa mayoría termine abdicando de su voluntad soberana y, por último, se subordina, en un acto ignominioso, a la voluntad de la minoría imperialista; y denigratorio para la humanidad. De esta oligarquía mundial no esperamos nada, nos corresponde a los pueblos del mundo cambiar esta injusta relación.
Transformemos el mundo en ese sentido. Es indispensable ejercer un control estricto sobre el sistema financiero, debe ser regulado por cada Estado, con políticas delineadas a nivel regional. Como titula Emir Sader un artículo: Hoy es la hora del Banco del Sur . Hay que diferenciar al capital especulativo del capital financiero encauzado a la producción y el desarrollo de los pueblos, es decir, reconstituir la arquitectura económica con la participación democrática de los países. El mercado debe ser democratizado y orientado en el sentido de la satisfacción de las necesidades humanas, en la eliminación de la pobreza y la miseria. Deben ser restituidos y enriquecidos los derechos sociales y laborales y los del ciudadano. Priorizar los gastos sociales y proteger los recursos naturales y productivos, impulsar la producción, potenciar las capacidades industriales, energéticas y de infraestructura. Afirmar la integración regional para proteger el ahorro y la inversión, no estatizar la deuda privada porque esto se convierte en robo. Hagamos lo imposible por construir otro futuro para Nuestra América.

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