La represión es el Otro



 


En Venezuela, todo lo que se hace hoy en las grandes movilizaciones de la oposición, bajo el manto protector de la Democracia, designa en realidad los fuertes movimientos para desprenderse planificadamente del gobierno de Maduro. Se lo considera un gobernante obcecado, galardonado por la corrupción, soltando por capricho mesiánico los demonios de la represión. Estas visiones de las estructuras mundiales de comunicación, son parte del Protocolo para echar, anular y generar  un gigantesco olvido en torno a los movimientos populares, encarnándolos en bribones que acribillan manifestantes que no reciben abastecimientos y salarios. De allí saca su destreza un ejercicio argumental como el del macrismo cuyo protocolo represivo parte de que siempre los portadores del fuego son los otros. Ellos son en cambio los portaestandartes de la eximición de sus propias culpas. Podrían decir perfectamente que la represión es el Otro.

La grave situación venezolana la ven como una drástica alternativa entre la Democracia de rostros puros en las calles indignados por los legendarios lanzallamas que surgen el palacio Miraflores, contra una multitud de desesperados que en las luchas de calles pelean por su subsistencia. Es cierto el desabastecimiento, cierta la crisis económica, cierta la inflación, ciertas las penurias de la existencia diaria. Esa es la superficie de los hechos, que no desmerece el impulso de lo que en las calles se declara como una lucha por la subsistencia. Pero con ello la irascible derecha venezolana consigue escribir una página más de su fastuosa tradición golpista, acompañada y constituida por los gabinetes secretos de la diplomacia norteamericana, por las grandes empresas importadoras y distribuidoras de insumos alimenticios y sanitarios.
Buscan el hueco dramático en el que yacen esos cuerpos de las víctimas, y con un simplificado inmediatismo hacen surgir los disparos mortales de un presidente embozado que recorrería las calles como motoquero con su escopeta recortada. Siendo así ¿no sobran razones para expulsarlo ya al bárbaro autor de los disparos? Esa escena se basa en eliminar mediaciones, detalles, aspectos del panorama profundo de la situación. Por una lado, los hechos creíbles y al mismo tiempo aparenciales que suceden en el teatro de operaciones, obligan a que el gobierno popular cercado, no actúe más que a través de su propia autocontención. Es la que debe reinar ente sus fuerzas públicas,  a las que inevitablemente van a serle adjudicados los muertos. Vidas que deben ser inviolables. Pero son los Protocolos golpistas las que las cuentan para su manual de reparto de culpas en una sola dirección fatal. Todas son aprovechables, sea de donde sea que provenga  la bala.
El aprendizaje máximo de las derechas fue elaborar una situación inversa para las imputaciones; todo lo que ocurra provocado por el Protocolo de los diagramadores golpistas es culpa del gobierno venezolano. Las grandes operaciones del poder mundial consisten en generar estructuras invisibles –quitarle recursos a la población-, para que el gobierno popular debilitado deba recoger y ser acusado por esa culpa originaria, cuya patente está inscripta en las oficinas secretas del capitalismo mundial. Por eso es culpa que no le corresponde, pero lo obligan a  convertirla en su propia culpa postiza. No la asume pero queda impotente para denunciarla –lo que de todas maneras hace- y debe salir a la calle en situación de riesgo. Sus armas es él quien las porta, pero el agente lejano y encubierto que las dispara está en otro lado, pre-diseñado por el Protocolo. Si ocurre el disparo, entonces la oposición se siente desresponsabilizada de lo que en el fondo tiene una gran responsabilidad, incluso de los propios, numerosos y mayoritarios disparos hechos por su propia mano.
En una remota provincia de un país lejano –la provincia: Santa Cruz, el país lo conocemos porque atraviesa con su nombre nuestra propia memoria-,  el Protocolo aplica los mismos métodos.  Los grandes poderes centrales desatienden o desfinancian a esos gobiernos que cargan con el nombre maldito, y se empeñan en darle un grado de estigmatización mayor, poniéndolos en la alternativa hasta de defenderse de una violenta intromisión en el domicilio particular de la gobernadora, donde se hallaba la ex Presidenta Cristina corriendo muebles contra las puertas para protegerse. El papel que cumple un móvil de televisión, en estos casos, es muy conocido. Se emplaza desde el comienzo en un lugar y finge después que es una noticia el hecho mismo que él mismo se propone generar.
 El del kirchnerismo fue efectivamente un gobierno cuyo destino democrático se expresaba entre otras cosas, en  no reprimir las manifestaciones. Esa certeza intrínseca se mantiene en el gobierno de Santa Cruz, pero se le ha cargado la Cruz de hacerlo entrar en Culpa, tentarlo para actuar con violencia en nombre del amparo de su propia vida. Se produciría así un retroceso de lo político hacia las trincheras fabricadas de urgencia con una mesa y un sillón. Se felicitan por conseguir colgar sobre las espaldas de Cristina Kirchner la huella de una presumida arbitrariedad mientras el verdadero causante del espectáculo, frotándose circunspecto las manos, finge seriedad para recubrir sus autoría sigilosa. Deja claro que ya está a punto de destruirse el mal esencial. Y entonces, simula lamentar que en su nombre omitido hayan actuado aquellos mismos que él indujo a actuar. 
Así, los demócratas reales pueden ser vistos como violentos, y los demócratas simulados se visten ellos mismos con la toga democrática que intrínsecamente desdeñan. Toda protesta de quienes son relegados en su remuneración es justa. Es justo también que quienes activan esa protesta, piensen con cuidado en las mediaciones y eslabones por los cuales se produce, para que las comprensibles movilizaciones no se conviertan en una pieza protocolar adicional  de quienes son los verdaderos causantes de la represión central. Son ellos lo que la provocan y encuentran la argucia servicial para que luego se crea que la represión son los otros. 
La construcción de un Frente Social Ciudadano que desate este nudo trágico justifica un urgente llamado a todas las fuerzas democráticas del país para afinar sus argumentos, meditar serenamente sobre su pasado inmediato y presentar sus mejores rostros reinventándose a sí misma. Confiamos en que la persona que esa noche empujó los armarios de una casa para defender puertas y disuadir la violencia de los que las astillan, se haga presente en el papel principal de levantar los armarios de una nueva construcción política. Es el signo que debe abrir las puertas a un nuevo ciclo popular. Es a ella y a nosotros a los que está dirigido este llamado. 

Carta Abierta, declaración de la Asamblea de 22/4/17

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